Cuando era pequeña, siempre vi a mi madre haciendo todo tipo de labores en sus ratos libres. Le encantaban. Sabía hacer punto de agujas, ganchillo, encaje de bolillos, bordados de todos los tipos. Y, por supuesto, sabía coser, tanto para arreglar prendas como para hacerlas de cero. No tenía mucho tiempo, pero había hecho un curso por correspondencia de Corte y Confección, y a mí me hacía muchas prendas de ropa cuando era un bebé, y algún tiempo después.

Sin embargo, no insistía mucho en que yo aprendiera, porque pensaba que esto me iba a quitar tiempo para estudiar, que es lo que yo debía hacer sobre todo.
Sí me enseñó a coser, pero cuando le pedí que me enseñara a tejer con dos agujas, no quería, y tuve que insistir mucho y perseguirla por toda la casa hasta que ya, harta de oírme, sacó de un cajón un ovillo de vieja lana verde, hecha y deshecha montones de veces, y unas agujas de metal de la marca Dama (todavía me acuerdo), todas retorcidas de puro viejas, echó en una de ellas una serie de puntos de inicio, 18 o 20, hizo varias vueltas de punto bobo (ya sabéis, todo del derecho), y me las pasó para que siguiera, explicándome cómo se hacía ese punto.
Había que ver la tela, cómo iba saliendo. Después de las vueltas de mi madre, todas uniformes e igualitas, empezaron a verse mis vueltas, todas ensanchadas, desiguales y llenas de agujeros, de los puntos que se me iban escapando. Pronto me aburrí de la lana verde, y le pedí otras lanas para cambiar de color, así que la labor en seguida empezó a salir a rayas.
Me llevé una decepción cuando vi que la tela que salía no se parecía en nada a la de los jerseys que uno lleva puestos, ya no sólo por los agujeros, sino por la misma textura de la tela. Y, de esa forma, de nuevo para no oírme, tuvo que desvelarme el misterio del punto liso: una vuelta del derecho, y otra del revés. Y empezó a salir la tela en el estilo que yo quería, sólo que se me enrollaba nada más salir de las agujas. No hay nada perfecto…
Con el tiempo aprendí a comenzar y a terminar las labores de punto, a hacer elásticos, etc. Y eso gracias a que descubrí en los cajones de mi casa montones de revistas y librillos super antiguos que explicaban todas estas cosas.
¡Si yo hubiera tenido a mi disposición YouTube en aquellos tiempos!
De ganchillo, me enseñaron a hacer la cadeneta, y creo que el punto bajo, y ya está. Durante mucho tiempo no hice nada más, hasta que, ya de mayor, descubrí todas las posibilidades de lo que ahora es, con diferencia, mi entretenimiento favorito. De nuevo, con ayuda de viejas revistas, que ahora tendrán quizá más de un siglo, y que se escondían por mi casa. Todavía conservo algunas como un tesoro. Me traen tantos recuerdos…